Tras 14 años de la masacre, víctimas de Bojayá esperan la garantía de sus derechos y la protección de su territorio

Tras 14 años de la masacre, víctimas de Bojayá esperan la garantía de sus derechos y la protección de su territorio

Bellavista Nuevo, Chocó, 2 mayo de 2016

Desde el 29 de abril hasta el 1 de mayo, el Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá se reunió en asamblea con aproximadamente 200 personas de los pueblos afrocolombianos e indígenas, en la Iglesia donde ocurrió la masacre de más de 70 personas, el 2 de mayo de 2002.

Durante los últimos tres días, la asamblea recibió a autoridades locales, departamentales y nacionales, entre ellas el Gobernador del Chocó, el Alcalde de Bojayá y dos Representantes a la Cámara por el departamento del Chocó.

Hoy 2 de mayo conmemoramos un aniversario más, con dolor, por la muerte violenta y las heridas de nuestros seres queridos. Nuestro Cristo «reparado» –con nuestros propios esfuerzos- nos acompañará de nuevo para recordar las atrocidades y crímenes que no pueden repetirse. Junto a la no repetición de la guerra esperamos también que, después de 14 años, por fin se reconozcan nuestros derechos, para lograr así la construcción de la paz sostenible en el territorio.

Luego de múltiples y repetidas solicitudes por parte de la comunidad al Estado, este último se comprometió en los últimos tres días a:

1. Realizar el proceso de reparación colectiva e implementar el plan que resulte de la concertación con los cabildos indígenas y las comunidades Afrocolombianas.
2. La Gobernación y Alcaldía se comprometieron a apoyar los espacios para el ejercicio de concertación comunitaria.
3. El Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá presentó a la asamblea la propuesta para la organización del “lugar de memoria y espacio de construcción y formación para la paz”, que viene siendo apoyada por el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que ha sido aprobada por la asamblea. A su vez, el Alcalde y el Gobernador se comprometieron a incluir dicha propuesta en los planes de desarrollo departamental y municipal, de tal manera que se pueda garantizar la implementación de la iniciativa. Solicitamos al Centro Nacional de Memoria que nos siga acompañando en este intento por recuperar la memoria del medio Atrato.
4. La asamblea y el Comité valoran que la Fiscalía y Medicina Legal hayan acogido la solicitud del Comité y la comunidad para realizar la individualización, identificación y entrega de los cuerpos de nuestros seres queridos muertos hace14 años en la masacre. Sin embargo, nos preocupa que no estén garantizados los recursos necesarios y suficientes para lograrlo. Esperamos que la individualización y entrega de nuestros seres queridos se realice con plena coordinación y participación de las familias afectadas.
5. La Gobernación del Chocó anunció la voluntad del Presidente del Banco Agrario de abrir la oficina de esta entidad en Bellavista.
6. La Gobernación se comprometió a apoyar las iniciativas productivas y de mercadeo impulsadas por las comunidades en el marco de una mesa de reactivación económica de la zona, teniendo en cuenta las propuestas de comercio justo y sello social para productos por la paz.
7. La Gobernación y la Alcaldía se comprometieron a impulsar la iniciativa del Comité de realizar una brigada que haga una valoración en salud y un plan de atención permanente e integral, tanto físico como sicológico, y personalizado para los más de un centenar de víctimas lesionadas por la pipeta del 2 de mayo de 2002.
8. Las autoridades competentes, en cabeza del Gobernador del Chocó se comprometieron a garantizar la seguridad en el territorio. Sin embargo, alertamos a la comunidad nacional e internacional sobre la presencia de actores armados ilegales y el auge y reaparición del fenómeno del paramilitarismo en la región, amenazando, extorsionando y generando terror y miedo en las comunidades de los municipios de Bojayá y Vigía del Fuerte. Nos preocupa la presencia de paramilitares en la zona donde todavía se encuentran los miembros de la guerrilla de las FARC. No queremos la repetición de los combates que llevaron a los crueles hechos del 2 de mayo de 2002.

Finalmente, con respecto a los Acuerdos de la Habana, el Comité y la asamblea solicitaron reunirse con el Comité de Testigos, integrado por la Diócesis de Quibdó, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Compas, Danilo Rueda y Jesús Flórez, para valorar con ellos los riesgos en el territorio.

Reiteramos que el acto de reconocimiento de responsabilidad por parte de las FARC no finalizó el día 06 de diciembre de 2015, sino que se abrió un proceso para la reconciliación que exige de las FARC la no repetición de las violaciones a nuestras comunidades.
El Comité y la asamblea reiteraron la necesidad de que las Naciones Unidas continúen acompañando este proceso en Bojayá para lograr la garantía y respeto de nuestros derechos.

Para Mayor información puede contactar al Comité de Víctimas de Bojayá, a través de:
Leyner Palacios 321 6360598
José de la Cruz 3216433025

 

Galería de Imágenes: Guakuko- Red de Comunicación Popular del Chocó

Bojayá: de la muerte al emblemático abandono

La población civil, refugiada en un templo, fue víctima de los enfrentamientos entre grupos armados ilegales. 79 personas murieron y miles fueron desplazadas. Memoria de otro olvido.

Publicado en Tras la cola de la rata

Bojayá: de la muerte al emblemático abandono

Investigación: César Romero y Natalia Zapata

Texto y fotografías: César Romero

En el Nuevo Bellavista, cabecera municipal del municipio de Bojayá, en Chocó, el primero de mayo fue un poco distinto a la celebración del resto del país. Mientras en las otras ciudades grandes marchas se gestaban en forma de protesta por oportunidades de trabajo, el TLC, las condiciones laborales, la política actual, el inconformismo mundial, la ley Lleras y demás problemas laborales.

En el Día internacional del trabajo, en el Nuevo Bellavista, no hacían presencia los sindicatos, pues no hay empresas, pero sí se armaba una nueva lucha.

Las pangas, como se les conocen en el río Atrato son lanchas rápidas con capacidad de transportar 20 personas aproximadamente.

Desde días anteriores, los botes y pangas, como se les dice a las lanchas rápidas en esta región, llegaban con más frecuencia al  territorio bojayaseño,  pues en estas llegaban las comisiones de las diferentes organizaciones, periodistas, representantes de la Diócesis de Quibdó y desplazados que no volvieron al pueblo luego del jueves 2 de mayo del 2002, día del emblemático suceso conocido como la Masacre de Bojayá.

Aunque la presencia de fuerza pública ha aumentado, los habitantes de Bellavista no creen que sea la única solución que puede brindar el Estado.

El 30 de abril no fue un día ajeno para la llegada de varias personas al Nuevo Bellavista. En Quibdó, desde la mañana, las nubes, un poco grises, daban indicios de que querían acompañar las pangas rozándolas de lluvia durante su recorrido por el río Atrato, aquel que recorre el 70% de las tierras chocoanas de norte a sur. En la zona de Bojayá, ese mismo día, las nubes daban una gran sombra.

La iglesia de la cabecera municipal, una réplica de la misma en donde caería un cilindro bomba lanzado por las Farc hace diez años, acogía a algo más de 200 personas que presenciaban cómo sus líderes, entre ellos Delis Palacios, representante de ADOM (Asociación de Desplazados del 2 de Mayo), daban a conocer las propuestas y los puntos claves de los cuales hablarían en una concertación con quien ellos esperaban, fuera el Presidente de la República, o sino, un representante de “peso” del alto gobierno. Las palabras que retumbaban en los espacios de la iglesia se referían al olvido del Estado para con el pueblo, llamado por un colega periodista como la segunda masacre de Bojayá.

Las personas de la comunidad bojayaseña hicieron presencia en el Polideportivo de la cabecera municipal (Bellavista) para escuchar a los representantes de la mesa de negociación.

Las condiciones de vivienda, salud, educación, electricidad, agua y procesos agrícolas eran temas que juiciosamente tenían en sus hojas los líderes de la comunidad, divididos en indígenas, líderes comunitarios y representantes de asociaciones, que vieron cómo aquel primero de mayo el Estado se burlaba de ellos. Cuando esperaban la asistencia de un alto funcionario, al polideportivo, lugar donde se hicieron las reuniones del nombrado día, sólo llegaron dos representantes de la Unidad de la Atención a Víctimas y “el secretario, del secretario de tal secretario”. Los murmullos se escuchaban desde las gradas del recinto, varios habitantes gritaron su inconformismo porque el Estado, de nuevo, los dejaba plantados.

“No necesitamos segundones”, se decía en la tarima, en la misma donde unos minutos después el indígena embera Ángel del Miro, quien hacía parte de la mesa de concertación como representante de las 31 comunidades indígenas del municipio, amenazaban con entrar en asamblea permanente y que, si era necesario, haría que los 4.800 indígenas que viven en tierras bojayaseñas se trasladaran a la cabecera municipal hasta que un alto mando del gobierno hiciera presencia y se sentara en la mesa de negociación, donde la propuesta, que había sido entregada 18 de marzo al gobierno para su análisis, fuera debatida.

Las personas de la comunidad bojayaseña hicieron presencia en el Polideportivo de la cabecera municipal (Bellavista) para escuchar a los representantes de la mesa de negociación.

Al final del día, y luego de haberse reunido con Gilberto Murillo, gobernador del departamento del Chocó, los integrantes de la mesa de negociación le contaban a la comunidad que se haría todo lo posible para que el alto gobierno hiciera presencia en la cabecera municipal. Los hombres, mujeres y niños que en las horas de la noche compartían en el polideportivo, se iban a sus casas, de manera lenta y despaciosa. Estaban cercanos los 10 años del imborrable día en el cual las Farc y los paramilitares convertirían un espacio santo para ellos en el peor lugar donde pudieron haber estado en el momento, donde los cantos de los pájaros quedaron oscurecidos por ruidos de disparos y explosiones.

Huellas de pies pintadas en el piso de la iglesia en donde cayó el cilindro, representando la sangre que se derramó en el sitio.

Para el final de abril del 2002, los disparos ya hacían parte de los sonidos habituales de la selva que custodiaba el río Atrato. Los intercambios del fuego cruzaban el río de lado a lado y las Farc presionaban el despliegue de los 200 paramilitares que bajaron del norte del departamento del Chocó, evitando, sin nadie saber por qué, el reten militar sobre el río Atrato en el municipio de Riosucio.

Así, los uniformados de las AUC empezaron a escudarse entre las viviendas al sur del casco urbano de Bellavista, donde las personas del pueblo empezaron a abandonar sus casas de madera para encontrar un mejor refugio, un lugar que fuese construido en cemento y que pudiera albergar a varias personas, es decir, la iglesia. Al templo llegaron varias familias y a la casa de las misioneras agustinas, algunas otras.

Pasaban los días en el hostigamiento del fuego cruzado hasta que en la mañana del 2 de mayo el comandante de la Farc -Jhonover Sánchez Arroyave, alias El“Manteco- ordena el uso de cilindros bomba, mecanismo utilizado en varias regiones del país por aquel grupo guerrillero. Los disparos ya no eran suficientes para detener la arremetida de los paramilitares –del bloque Elmer Cárdenas, comandado por Freddy Rendón Herrera, alias “El Alemán”-.

La impaciencia de la guerrilla en el combate dibujó el camino inicial a lo que sonaba a desgracia, empezaría el lanzamiento de los cilindros. “El primer lanzamiento destruyó una vivienda del centro de la cabecera municipal. El segundo artefacto lanzado cayó un poco más lejos, detrás del centro de salud, pero no explotó. La tercera pipeta destruyó el techo del templo parroquial y estalló al interior del mismo, luego de impactar contra el altar de la edificación religiosa”. Es así como el informe “Guerra sin límites”, difundido en el 2010, narra el hecho que hoy se conoce como la Masacre de Bojayá, aquella que ocasionó el desplazamiento de 5.771 personas y la muerte de al menos 79 de sus habitantes.

La mañana del 2 de mayo prometía un lindo paisaje en el cielo. La tormenta que cruzaba el pueblo en la madrugada dejaba las vías como pequeñas quebradas, pues aunque están pavimentadas, no cuentan con sistema de drenaje.

La iglesia que se construyó en el Nuevo Bellavista es una réplica de aquella en donde hizo explosión el cilindro lanzado por las Farc en el 2002.

Los forasteros que llegaban al pueblo iban con sus vestimentas blancas, estilo papayera. Los habitantes se repartían su luto con diferentes colores. Unos iban de negro por respeto a las víctimas, otros, de colores llamativos, combinación perfecta para su color de piel. Así, entre el sol que no quería perderse detalle de la conmemoración y los brillos de sombrillas, banderines y demás objetos, la marcha empezaba a andar con los pies de las víctimas, algunos indígenas, miembros de la Diócesis y algunos periodistas.

Los marchantes llevaban banderines con los nombres de las personas asesinadas el día de la masacre, que después colocarían en un especie de altar con arreglos florales encima de un improvisado bote.

Los cantos de las mujeres no se hicieron esperar, voces que se escuchaban totalmente sinceras. Las musas de Pogue, las mujeres que cantaban,  adornaban el sonido de los pasos y el murmullo, convirtiéndolas en recuerdos y memoria de la masacre, aquella donde morirían 79 personas que se encontraban en la iglesia que cuidaba el Padre Antún Ramos en aquel 2 de mayo del 2002.

Algunos indígenas acompañaron la marcha de la conmemoración, pues en la avanzada paramilitar del 2002 sus comunidades también se vieron afectadas y experimentaron el desplazamiento.

La conmemoración era el escenario de rencuentro de los desplazados de la masacre que no volvieron por diferentes circunstancias. Luego de darle la vuelta a la iglesia del Nuevo Bellavista, la marcha de las víctimas de la masacre se dirigía al puerto. Allí, los botes y las pangas que estaban a la mano se llenaban al límite para que todos pudiesen ir a rencontrarse “con la nostalgia, el momento difícil”, como lo llama Máxima Asprilla, víctima de la masacre. Al río Atrato no le disgustaba ser parte de la conmemoración. Sus aguas, mansas para el día, colaboraban con el transporte de la comunidad hundida en el recuerdo. “Al ver todo de nuevo dan ganas de llorar, uno piensa que vive el mismo momento (el del día de la masacre)”, recuerda.

En el antiguo Bellavista la hierba se ha adueñado del territorio. Las ruinas permanecen como testigos mudos, los viejos muros del colegio, donde todavía se ve dónde quedaban los grados 10 y 11, se ven de un color verdoso a causa del olvido. La cancha de microfútbol y baloncesto es el lugar de refugio para los militares que custodian la zona y la mayoría de las casas que eran de madera desaparecieron de la vista del viejo lugar. En el Bellavista viejo sólo viven las hermanas Agustinas, quienes llevan varias décadas como misioneras en la región, luchando contra los líderes de los grupos ilegales para el respeto de la población civil en el conflicto armado que afronta el país.

Las personas que integraban la marcha tuvieron que trasladarse hacia el viejo Bellavista en pangas y botes.

La iglesia donde cayó la pipeta de aquel 2 de mayo del 2002 fue reconstruida con el apoyo de a la Diócesis de Quibdó. En el lugar hace presencia el Cristo mutilado, imagen que quedase así tras el impacto de guerra de las Farc. Mientras los ojos de la mayoría estaban puestos en el Cristo mutilado, Monseñor Julio Hernando García lideraba, al lado del sacerdote Antún Ramos, la misa de la conmemoración de los diez años. La luz que se filtraba por los costados de la iglesia era suficiente para resaltar las túnicas de los religiosos, la de García muy blanca, la de Ramos colorida, representativa de alguien afro.

Al pasar de la misa, y entre oración y oración, los cantos de las mujeres hacían parte de esa resistencia, letras que Elizabeth Álvarez o mejor conocida como Lucero, compuso luego de toda la vivencia de la masacre, el desplazamiento, el abandono, la promesa estatal y el hecho de sólo tener un médico en la cabera municipal. Sin dejar por fuera, casi al cierre de la misa, la oración al santo cristo de Bojayá, el Cristo mutilado.

El sacerdote Antún Ramos era el párroco de la iglesia cuando sucedieron los hechos del emblemático caso conocido como la Masacre de Bojayá.

El cristo que adornaba la iglesia antes de la masacre quedó sin algunas partes del cuerpo luego de la explosión. En el momento hace parte de un altar y es llamado el Cristo mutilado.

“La Iglesia no puede suplir, ni debe suplir, los compromisos que tiene el Estado con un pueblo normalmente marginado y olvidado. Acontecimientos como este no pueden llevarnos al olvido. Este es un pedazo del territorio nacional, cubierto también por el dolor y la tragedia”, dice Monseñor García dentro de una iglesia que esta vez no reventaría por una explosión, sino que reventaría por lo colmada y por el sentir, el dolor y la lucha de una comunidad que no quiere ser olvidada por un Estado que le ha prometido y prometido, como en la tarde del 13 de Octubre del 2007, cuando el expresidente Álvaro Uribe prometió al Nuevo Bellavista que al terminar el 2008 contaría con conexión eléctrica permanente y, hasta hoy, sólo hay energía de 6:00 de la tarde a 6:00 de la mañana.

A la salida de la misa, Lucero buscaba con emoción a Monseñor García, pues en el proceso de memoria que lleva a cabo la comunidad está estipulada la creación del santuario en el lugar de la masacre. No sabía a quién dirigirse, en un momento muy corto supo que el asunto del santuario no se discutiría, por lo menos en ese día, pues Monseñor García salió de prisa en una panga hacia Quibdó y nadie más supo decirle qué pasaría algo al respecto.

Con la mirada noble que irradia, Lucero no tuvo otra opción que ir a observar la danza y el teatro que se adueñaron de una de las casas abandonadas del viejo Bellavista. El color rojo, el blanco y la piel negra, mostraban de forma simbólica la pérdida de costumbres con referencia al río, tras la reubicación de la cabecera municipal en el 2007. Allí mismo, de manera creativa, se exponían los desacuerdos con lo hecho por el gobierno, tal como vías pavimentadas que se inundan, casas con acueducto pero sin agua,  además del rechazo total al conflicto armado que azota la región del Atrato.

Cayendo la tarde, y luego de que todos experimentaran la delicia del pastel chocoano, algo similar al “tamal”, las personas retornaban en los botes y pangas a la Nueva Bellavista, dejando atrás un lugar al  que recuerdan con dolor pero con mucho cariño, pues allí es el viejo espacio donde quedaban sus casas, sus cultivos, su río. Un par de horas después, entrada la noche, la última reunión para la conmemoración de esta década de dolor hacía presencia en la Iglesia del Nuevo Bellavista. No había dónde sentarse, los niños peleaban por estar en la parte de adelante, no por estar en primera fila para la presentación del grupo musical de aquel día, sino para poder salir en la transmisión de Caracol Noticias.

El Golpe de Amporá, grupo musical de Quibdó, contagiaba a los asistentes con sus pegajosos ritmos, que llamaban a los movimientos al tocar los instrumentos y al cantar las canciones. El amarillo de sus vestidos hacía que se notaran más en aquel espacio, repleto de repente por los participantes de la mesa de negociación, que, malhumorados, daban la noticia de que el gobierno tampoco había mandado a ningún funcionario de alto rango en aquel día para así avanzar en la concertación y que se procedería a tomar cartas en el asunto, con la posibilidad de concretar en un futuro una movilización del pueblo de Bojayá hacia la capital del país.

2 de mayo del 2012. Diez años después de la masacre la luna acompañaba el terminar del día. La iglesia se desocupaba al terminar los ritmos del grupo musical de esa noche y al conocer un nuevo desplante del gobierno. En Bojayá no se pelea por ser sólo víctima, las personas agradecen las casas que el Estado les dio a medio terminar, ven como adelantos las vías pavimentadas que se inundan, pero se sienten excluidos.

Quieren ser reparados totalmente, que no sólo los vean como las víctimas de la masacre a quienes el gobierno envía grises funcionarios de la Unidad de Víctimas, sino que quieren que se les siga tomando como ciudadanos al que el Estado les debe muchos años de haber mirado hacia otro lado. Ya Bojayá no se representa como la masacre, las Farc, la Iglesia, la pipeta, los “paras”, también incluye en su lista de características al abandono.

2 de Mayo. La noche no era tan oscura a causa del reflejo de luz que brindaba la luna, cerrando así los 10 años de la masacre.

Son diez años de resistencia y de lucha en Bojayá por la no impunidad, por la memoria. Una historia que se muestra cada año en la respectiva conmemoración, pero un relato que a pesar de ser emblemático todavía está en el hilo del olvido de un país desmemoriado, tal y como le pasó a mi compañera de investigación, a quien la llamó una allegada, algo alterada y preocupada, porque le contaron que visitaba un lugar donde había explotado una bomba y quería saber si estaba bien.

César Romero/Tras la cola de la rata

La cita del 1 y 2 de mayo en Bellavista

La Asociación de Desplazados Dos de Mayo y el Comité 2 de Mayo ya han hecho público el cronograma de las actividades que se realizarán en el Medio Atrato en este décimo aniversario del crimen de guerra de Bojayá. El eje de estos eventos será la Mesa de Concertación entre comunidades y Gobierno Central que se realizará el martes 1 de mayo, pero el 2 de mayo, fecha de triste recuerdo, queda reservado para las conmemoraciones más profundas en el viejo Bellavista. Esto es lo que ocurrirá.

BOJAYA, ¡DIEZ AÑOS DESPUÉS!

Programación General

Día 30 de abril

  • Llegada de las comunidades / 4:00 pm
    • Todas las delegaciones harán sus recorridos simulando un Atratiando – Caravana con la participación más amplia posible.
  • Cena / 5:30 pm
  • ENCUENTRO, BOJAYA DIEZ AÑOS DESPUÉS / 7:00 pm
    • Palabras de bienvenida
    • Palabras del Alcalde
    • Presentación de las delegaciones
    • Ponencia central
    • Distribución de materiales

Día 1 de mayo

  • Desayuno  /  7:00 am
  • Discusión sobre la ponencia central / 8:00 am
  • Perfeccionamiento del Documento / 10:00 am
  • Definición de la estrategia para la concertación / 11:00 am
  • Presentación y entrega de libros  / 12:00 m
  • Almuerzo / 12:30 pm
  • Concertación Gobiernos Locales, Regional y Nacional / 1:30 pm
  • Firma de Acuerdos y Compromisos / 4:00 pm

Día 2 de mayo de 2012

  • Marcha en Bellavista Nuevo / 8:00 am
  • Recorrido por el Atrato / 9:00 am
  • Eucaristía en bellavista Viejo y declaratoria de santuario / 10:00 am
  • Almuerzo  / 1:00 pm
  • Obras de teatro / 4:00pm
  • Cena / 5:30 pm
  • Vigilia y Cine Foro Bojayá 10 años / 6:30 pm
  • En la vigilia se propone que sale desde el cementerio en procesión y nos congregamos en la iglesia donde estaremos con cantos de alabaos e intercalados con los videos.

Día 3 de Mayo de 2012

  • Desayuno  / 8:00 am
  • Salida de las delegaciones / 9:00 am en adelante.

¿Tienes material sobre Bojayá?

Foto: Jesús Durán

La memoria se construye de forma colectiva.

Testimonios, fotografías, videos, estudios, análisis… Todo sirve para que la historia viva de Bojayá y del Medio Atrato se construya de forma comunitaria. Por eso le invitamos a ponerse en contacto con nosotros si quiere aportar algún material a este sitio en Internet que pretende ser un proceso en permanente desarrollo.

La conmemoración de los 10 años del crimen de guerra de Bojayá es sólo un punto de arranque para reactivar los mecanismos de solidaridad y la lucha por la justicia, la verdad y la reparación. Esperamos sus aportes, todos -por pequeños o anecdóticos que les parezcan- son importantes.

Escribir a este correo.

La memoria necesaria para un futuro digno

El crimen de guerra brutal que partió la historia de Bellavista, del municipio de Bojayá y del Medio Atrato cumple 10 años el 2 de mayo de 2012. No hay nada que celebrar, pero sí mucho que recordar y que proponer. La guerra y la exclusión no han cesado en el Medio Atrato y, como explica Jesús Flórez en este espacio, la verdad y la justicia están desaparecidas en esta región de la Colombia amarga.

Presentamos este espacio en internet como un aporte a la memoria imprescindible y como muestra de solidaridad con las comunidades afrocolombianas e indígenas de Bojayá y de todo el Medio Atrato. La Fundación Universitaria Claretiana (Fucla), la Diócesis de Quibdó y Human Rights Everywhere (HREV) han coordinado este esfuerzo pero se trata de una página en permanente construcción. No se ha querido construir un memorial a las víctimas, sino un lugar de dignidad y futuro.

En esta web podrán encontrar muchos de los documentos, estudios e informes relacionados con el crimen de guerra de Bojayá. También algunas de las imágenes clave en estos 10 años, muchos de los videos documentales que se han elaborado y análisis de pasado, presente y futuro. No dude en participar, en opinar, en aportar la información con la que cuenta.

Le iremos informando de los eventos relacionados con el décimo aniversario del crimen de guerra de Bojayá y seguiremos alimentando la memoria activa y las propuestas para que la justicia con dignidad llegue a esta región golpeada sin límites por el abandono, de forma secular, y por la guerra desde 1997.